"Las Narrativas han cambiado la forma en que vemos el mundo". Así se ha expresado Roberto Dainotto, profesor de Literatura, Lengua italiana y Estudios Comparados Internacionales en la Universidad de Duke (EE.UU.). El experto ha ofrecido la sesión ‘Orienting Europe’ en el marco del Reto ICS 24-25 ‘Orientalismo y Occidentalismo: miradas cruzadas’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. En él, ha reflexionado sobre la visión negativa que existe sobre los países del sur de Europa. “La diferencia entre norte y sur es retórica pero mucha gente la ha creído y se ha acabado convirtiendo en un lugar común”, ha afirmado.
Según Dainotto, esta dicotomía norte-sur empezó en el siglo XVIII con los tratados de Montesquieu, que achacaban a los países del sur un comportamiento más descuidado debido a las bondades del clima mediterráneo. Sin embargo, esta idea se ha arraigado hasta llegar a nuestros días. “Hoy en día se dice que en el sur se vive por encima de sus posibilidades, algo rebatible”, ha señalado. Para el experto, el problema de estas asunciones es que acaban creando realidades. Por ejemplo, una falta de financiación por parte de la Unión Europea (UE) a las empresas del sur o la reticencia a ayudar a Grecia en la crisis de 2008 “creada, en buena parte, por las inversiones inmobiliarias de Alemania”.
Una imagen muy ilustrativa fue la creación del concepto PIGS (cerdos, en inglés) por parte burócratas la Unión para referirse a Portugal, Italia, Grecia y España (Spain, en inglés) en 2007. El investigador ha explicado que algunos políticos europeos temían que estos países no llegaran a los criterios acordados en el tratado de Maastricht y se referían a ellos de forma despectiva. De hecho, el investigador ha lamentado que los propios países del sur se ven también con la misma óptica negativa. Se puede comprobar en autorreferencias comunes como “país de pandereta” en España o “país de pizza y mandolina” en Italia. El investigador ha destacado la importancia de los lugares comunes y las narrativas a la hora de construir discursos políticos. Al utilizar conceptos compartidos por todos, convencen y se crea opinión pública.
“Podemos superar esta visión negativa ya que no se basa en hechos reales”, ha añadido Dainotto. Al ser una diferencia retórica, un lugar común aceptado por toda la sociedad y no basado en una realidad, estas ideas pueden cambiar a lo largo de la historia. “El concepto de qué es una mujer ha cambiado en los últimos 60 años”, ha expuesto, aunque no sin tiempo y trabajo.
Según el experto, la visión negativa del sur de Europa tiene un impacto en el propio país que debe convivir con un sentimiento de inferioridad. Esto puede crear dos realidades. Por un lado, se puede dar el temor a no ser suficientemente europeo, por lo que el país puede realizar cambios drásticos para parecerse a sus vecinos norteños. “En Italia se llevaron a cabo muchos recortes en medidas sociales, como las pensiones, para poder acatar los acuerdos de Maastricht”, ha explicado.
Por otro lado, este sentimiento de inferioridad puede provocar el efecto contrario: el euroescepticismo. Surge un anhelo por volver a un pasado místico y glorioso y se quiere romper con Bruselas. Sin embargo, Dainotto ha alertado que este sentimiento de inferioridad, además de nostalgia, crea división: “Sus efectos ya se han visto en la historia del siglo XX con los fascismos”.