Una creencia distorsionada que nos hace pensar que, no seguir al pie de la letra un plan nutricional o de entrenamiento, supone un fracaso. Sin embargo, es vital entender que la perfección no es el objetivo, sino la consistencia y el equilibrio a largo plazo.
Y es que, cada día es diferente y por eso es importante saber adaptarse a las circunstancias. Así, a veces nos sentimos con la energía y motivación a pleno rendimiento, mientras que en otras ocasiones, bien sea por fatiga física, mental o emocional, nos cuesta encontrar la fuerza para seguir adelante. En esos momentos debemos recordar que, hacer algo, por mínimo que sea, es mejor que no hacer nada en absoluto. Lo importante es no desanimarse en los días difíciles y celebrar los logros en los buenos, por pequeños que estos sean.
El ejercicio físico como aliado antiestrés
El ejercicio físico no sólo beneficia a nuestro cuerpo, sino también a nuestra mente. Nos motiva, reduce el riesgo de depresión y ayuda a enfrentar el estrés y la ansiedad. Por eso, en ocasiones, cuando menos ganas tenemos de entrenar, es cuando más nos beneficiaría hacerlo. En este punto, lo importante es distinguir entre la fatiga física y la falta de motivación, y descansar cuando nuestro cuerpo lo necesita.
¿Qué beneficios nos reporta el movimiento?
Prácticamente cualquier clase de ejercicio, desde aeróbicos hasta yoga o pasear, puede aliviar el estrés. Aunque no seas atleta o no estés en forma, puedes lograr que un poco de ejercicio sea de gran ayuda para el manejo de las tensiones del día a día.
En concreto, podemos hablar de varios beneficios de incluir el ejercicio en tu vida diaria:
. Aumenta las endorfinas, locual contribuye a reducir notablemente los efectos negativos del estrés.
. Es una meditación en movimiento: El enfoque en una sola tarea, la energía y el optimismo que genera, contribuyen a mantener un estado de calma, tranquilidad y concentración que disipan otros pensamientos que tengas en mente en ese momento.
. Mejora el estado de ánimo. El ejercicio regular puede aumentar la confianza en ti mismo/a, ayudándote a relajarte y a disminuir los síntomas de depresión leve y de ansiedad, además de mejorar el sueño al suavizar las preocupaciones que te impiden dormir, aportándote, en definitiva, una sensación de dominio sobre tu cuerpo y tu vida.
Alimentación y emociones
La relación entre nuestras emociones y la ingesta de alimentos es compleja y multifacética. Así, nuestro estado emocional puede influir en gran medida en qué comemos, cuánto comemos y cómo respondemos a la comida. De esta manera, muchas personas recurren a los alimentos como una forma de hacer frente a sus emociones, lo que les puede llevar a comer en exceso o a consumir alimentos reconfortantes o de recompensa rápida.
Por su parte, otras personas pueden experimentar apatía o falta de apetito cuando se encuentran abrumadas por emociones negativas, manifestando dificultades para comer o escogiendo alimentos reconfortantes o “indulgentes”.
Aquí debemos distinguir entre comer un donut o una hamburguesa de vez en cuando, en momentos sociales por ejemplo, o por el puro placer de ingerir alimentos ricos en azúcares y, como hemos dicho, de recompensa rápida, y el no poder frenar el impulso de recurrir a este tipo de comidas. Si sientes que tus emociones están afectando negativamente tu alimentación, considera buscar apoyo profesional para aprender a manejar mejor tus emociones y establecer una relación más equilibrada con la comida.
Ser tu versión más fuerte
A menudo asociamos la delgadez como el objetivo último a conseguir con nuestros hábitos alimenticios. Sin embargo, no debemos obcecarnos en alcanzar un cánon físico concreto, sino en encontrar nuestra versión más fortalecida, aquella en la que nos sintamos a gusto en nuestro cuerpo y con energía, huyendo de las comparativas y los, a veces, estándares irreales que nos planteamos.
Alimentarnos de manera consciente y equilibrada, enfocándonos en nutrir nuestro cuerpo en lugar de castigarnos con dietas restrictivas, nos ayuda a sentirnos mejor tanto física como emocionalmente. Una dieta equilibrada, combinada con la práctica regular de ejercicio, contribuye a fortalecer nuestro sistema inmunológico, mejorar nuestra energía y promover un estado de bienestar general.
En este sentido, el doctor y escritor británico Rangan Chatterjee destaca la importancia de cuidar la alimentación, además de dedicar 5 minutos de entrenamiento al día en los que incidamos en la fuerza corporal, fortaleciendo los músculos y huesos, pasar más tiempo a la luz del día y dedicar 15 minutos para uno/a mismo/a.
Constancia, constancia y más constancia
Como en todo, la clave del éxito reside en la constancia. Por eso, cuando se trata de iniciar una dieta o cambiar la relación con la comida, es importante diseñar un plan personalizado y establecer metas intermedias y realistas que conduzcan al logro de una meta mayor. Puedes acudir a la consulta de un nutricionista que te asesore sobre cuál podría ser la dieta más adecuada para ti.
Seguir dietas de moda o soluciones que plantean grandes resultados con el mínimo esfuerzo, tal vez funcionen para algunas personas a corto plazo. Sin embargo, son los cambios pequeños y funcionales a lo largo del tiempo los que generan grandes resultados.
Y recuerda, si quieres adquirir buenos hábitos alimenticios en tu vida, busca la orientación especialista para lograr una relación saludable y positiva con la comida.
¡Ah!, y no te olvides de tratar a tu cuerpo con amabilidad, después de todo, es tu templo sagrado y el que te permite disfrutar de los pequeños placeres de la vida ;)
* Bibliografía consultada: Mayo Clinic, Healthy Institute, BBC, EverHealth